sábado, 3 de enero de 2009

La Gran Vía: empezamos mal...

escribo mientras como todavía el helado. Y es que me cuesta terminarlo. Como todavía no soy tan famoso para que los heladeros me inviten, lo tuve que pagar, y me da pena tirarlo.
De puro fiaca que soy, decidí empezar con la heladería más cercana a mi casa. La Gran Vía, Viamonte 2281 casi Pasteur. Heladería de barrio que anuncia Helados Artesanales . Precios moderados. Pido sin gastar imaginación un vaso chico de dulce de leche y sambayón. El muchacho me pregunta si quiero "más dulce de leche" o "más sambayón" demostrando desconocer la regla básica de que los sabores se sirven en el orden pedido. Digo "más sambayón" suponiendo acertadamente que de ese modo lo pondrá arriba. Comienza a armar y sin demora comienzo a comprender que esta primera experiencia no será la mejor: el helado es duro, de esos que hacen crujir el vasito cuando se lo sirve. El sambayón encaró para el desastre desde el tarro: el buen muchacho estuvo un largo rato para despegar una cucharada y darle forma; una vez superado este obstáculo lo depositó sobre el dulce de leche dando lugar así a un helado de tamaño generoso, eso sí. Ya un poco desalentado por lo que había visto me retiré con mi compra y mis sospechas se confirmaron de inmediato del modo más crudo: el helado carecía de sabor. De hecho, y esto que voy a decir es muy serio, no estoy seguro si el chico no se habrá confundido con el color del helado y me habrá dado vainilla en vez de sambayón. Lo juro, no puedo asegurarlo.
Vamos entonces al análisis técnico:

Sambayón: Sin gusto. No tiene el menor dejo de alcohol, ni de nada. Amarillo pálido que no promete. Hay un pedacito de chocolate suelto, probable contaminación derivada de el uso de cucharas cruzadas. Es duro, al comerlo (aclaración: por principios no uso cucharita) no acompaña la lengua con facilidad. No se derrite prácticamente con el paso del tiempo. Y si para muestra basta un botón: Ya sentado en mi futón lo apoyé imprudentemente en el brazo del mismo y se cayó sobre el colchón sin perder en lo más mínimo su forma, apenas mancha. Segundo botón de muestra, mi gato gordo se acercó, lo probó y lo abandonó...

Dulce de leche: algo mejor. Tiene gusto a helado berreta (tipo de palito), pero puede decirse que es de dulce de leche. Quizás remontaría un poco con unas nueces. Color al tono, muy claro. La textura también mejora un poquito sin ser gran cosa.
Comerlo, igual, no da ningún placer.

El vasito se había ablandado completamente para cuando llegué a él.

En resumen
Precio: moderado ($4.50 el vaso chico, $28 el kilo)
Presentación: estándar (zafa de "pobre" por el tamaño)
Sabor: muy pobre
Textura: muy pobre

Conclusión: malo a secas.

Quién dijo que sobre gustos no hay nada escrito?

Por lo pronto, yo sí que voy a escribir sobre gustos. Sobre gustos de helado. Si, ya sé, ya sé que esto de ir por la vida probando cosas y comentándolas no es una idea nueva, ya hay un blog de alfajores, alguno habrá de restaurantes, seguramente hay alguno que prueba pegamentos de alfombra y comenta. Pero tengo ganas de comer helado y quiero autojustificarlo de alguna manera. Y para eso existe la web 2.0: gracias a este blog, le voy a entrar sin culpa a cuanto vasito de dulce de leche y sambayón (¡No, señor, no! ¡El sambayón arriba!) se me cruce por delante. Este blog es independiente e implacable, no aceptamos ningún tipo de auspicio de heladerías... pero si algún dietista quiere contribuir a medida que nuestra ardua tarea avanza...